¿Es realista hablar de una
economía que esté al servicio de los seres humanos (como propone la encíclica Caritas in Veritate) y no al revés?
Pensamos que sí. Tanto el capitalismo como el socialismo son hijos de la
industrialización, es decir, de la producción a gran escala. Para este tipo de
producción se precisa agrupar la mayor cantidad de recursos en pocas manos, ya
sean de grandes empresarios en el caso del capitalismo o de burócratas públicos
en el del socialismo. Este sobredimensionamiento de la producción, no sólo nos
hace esclavos de la misma, hasta el punto de poner al hombre al servicio de la
producción en lugar de a la producción al servicio del hombre, sino que nos
ataca también por lado de las posibilidades de consumo, estandarizadas y sin
apenas margen para la elección, por no hablar de sus efectos sobre la salud y
el medio ambiente. Tanto capitalismo como socialismo son hijos de una época en
la que, en el marco de una fuerte beligerancia entre naciones y de un
pensamiento que valoraba los logros materiales muy por encima de la ética o de
las personas, la eficiencia era puesta por encima del ser humano.
Pensamos honestamente
que existe un camino alternativo, que nos enseñaron pensadores como G. K. Chesterton, Hilaire Belloc o E.F. Schumacher. Un camino que pasa por la reversión de esas prioridades,
y que ese camino no solo es posible sino que además es imprescindible para la
supervivencia de nuestra sociedad y de nuestra cultura. Esa senda pasa
necesariamente por la recuperación de valores tradicionales como la familia o
la propia vida en comunidad que, lejos de constituir un peligro para la
libertad individual, como a menudo se nos ha querido vender, suponen el único
marco adecuado para pleno y libre desarrollo de la creatividad de cada persona.
Queremos una economía a escala humana.
Para ello defendemos:
1.
Que las familias deben tener acceso a la propiedad de
los medios de producción. Para ello debe fomentarse la empresa familiar y de
pequeño tamaño.
2.
Que las actividades de producción, distribución y
consumo deben ordenarse a pequeña escala y de manera respetuosa con el medio
ambiente.
3.
Que el trabajo debe ser una actividad creativa y de
autorrealización, y no un mero esfuerzo vacío de significado más allá de la
obtención de un salario.
4.
Que el sistema financiero debe servir para convertir
los ahorros de unas familias en posibilidades de inversión para otras, y no
para acumular beneficios abusivos no justificados.
5.
Que han de ser la cooperación, y no la competencia
descontrolada, y la solidaridad, y no el máximo beneficio, los principios
rectores de la actividad económica.
6.
Que la actividad económica, como fenómeno que implica
al hombre en su actuación en sociedad, ha de procurar el enriquecimiento
integral de éste.
7.
Que la recuperación moral de la sociedad europea y
occidental ha de pasar necesariamente por la restitución de la cultura clásica
y tradicional que le da origen y sentido.
8.
Que ha de ser la subsidiariedad, y no el despilfarro,
el exceso de control o el laissez-faire,
el principio básico para ordenar la actuación del Estado en la economía.
Enhorabuena.
ResponderEliminarEs necesario predicar el Distributismo a tiempo y destiempo. Lo intentamos con http://ligadistributista.blogspot.com pero la carga se nos hizo muy pesada.
¡Ánimos!